Por si en el momento crucial la memoria
no responde a mis preguntas,
o si al final del camino aún permanecen
en el fondo de mi misma,
- escondidos e impávidos- mis sueños;
quiero evocar la noche en que el firmamento
pintó un lienzo mágico,
rutilante y azul,
que enmarcaba el único mundo
existente para ambos:
instantes compartidos al calor
de un hogar que nunca fue nuestro
de un hogar que nunca fue nuestro
y que sin embargo,
ambos consideramos propio.
Aprendimos a entender,
el valor medular de la nada,
la importancia de lo efímero
y la necesidad del contacto
aterciopelado del aire
que envolvía el deseo,
con la helada de la noche, mientras
con la helada de la noche, mientras
y llenaba el aire de música.
Y se fueron los miedos ocultos,
cuando el crepitar del fuego
invadió la estancia
cuando el crepitar del fuego
invadió la estancia
dando paso, a sensaciones,
de súbitos escalofríos;
vehementes y necesarios.
vehementes y necesarios.
Y el hogar encendido suspiraba
para envolver emociones nuevas,
y albergar historias de intrépidos amantes
de hadas de las flores,
... sólamente con mirar hacia arriba.