Me perdí en el laberinto sin saber muy bien a donde me dirigía, sin tener claro cual era el camino correcto. Una incesante lluvia de primavera me calaba hasta los huesos y me decía silenciosamente que debía buscar un rincón donde guarecerme, y esperar a que escampara. Pero........ ¿dónde puedes encontrar un lugar al abrigo si no sabes donde estás? El trayecto hacia delante era, indiscutiblemente, incierto. Pero aún volviendo sobre mis pasos tampoco estaba segura de ser capaz de encontrar la salida.........
Perdida y confusa me encontré contigo, y creí que si nos ayudábamos mútuamente encontraríamos con más facilidad la salida; porque aunque tú ibas con los pies descalzos, yo llevaba puestas mis botas. Tú tenías un paraguas, y yo podía intentar abrirlo.......
Pero preferías mirar el reloj. Y andar corriendo de un lado a otro apresurado, caótico... desorientado...
Entonces entendí que tu destino era estar allí, bajo la luvia, y en esas condiciones yo debía continuar caminando, porque la fascinación por lo que tenías en una mano, te impedía ver lo que llevabas en la otra. Ni quien estaba a tu lado.
Aún sigo dentro del laberinto, y a veces siento ganas de volver a tu rincón, para saber si te has decidido a buscar cobijo... pero no sabría como volver a buscarte, y además sigue lloviendo...